Están apareciendo en las páginas de los periódicos noticias sobre algo que llaman una nueva patología. Los hijos que maltratan a los padres. Frente a esto aconsejan denunciar a los hijos a la policía ¿No les parece que es mejor hablar que denunciar, que es más civilizada la intervención de un psicoanalista que la de la policía?
Estos chicos no son criminales innatos, como he oído decir a muchos supuestos especialistas en el tema, que hablan de predisposición genética y otras cosas imposibles de demostrar.
En el humano, todo se hace entre palabras, y como se hace, también se puede deshacer. Hablan de las familias como si no vivieran en el mundo, y en el mundo pasan cosas ¿Cómo quieren que los jóvenes acepten la Ley, cuando, por ejemplo, el partido en la oposición cuestiona a los magistrados y a la policía constantemente, mientras ellos se saltan la ley de manera perversa y consiguen con artimañas no ser castigados?
Y luego están dale que dale con los límites y la ley. Esto no se arregla con más represión, sino con más cultura. Un niño que sabe conversar, no necesita patalear, chillar, golpear. Los límites evidentemente son necesarios, pero hay que tener algo que limitar, hay que educar primero, culturizar, invitar a la lectura, a la conversación.
No se trata de buscar culpables, pero tampoco de victimizar a nadie. Cuando se llega a esa situación, todas las partes están implicadas. Padres e hijos. Hay que atender a todos los miembros de la familia.
Miguel Menassa dice en uno de sus aforismos que el respeto tiene que ver con el ejercicio de un conocimiento, no de la fuerza.
Y además, los “supuestos expertos” señalan que es la madre la “víctima” más frecuente de los malos tratos, y no tienen en cuenta cuestiones entre los hijos y las madres que funcionan inconscientemente, a veces un golpe es una caricia a alta velocidad, es una manera de tocarse, de aproximar el cuerpo al cuerpo del otro. Muchas veces la hostilidad esconde un intenso amor. Y a la madre, no conviene amarla tanto, porque si no, pasa lo que pasa. Estas cuestiones hay que analizarlas, hablarlas con un verdadero experto, con un psicoanalista.
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