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martes, 27 de julio de 2010

LA SEDUCCIÓN EN LA PAREJA. DIARIO DE UN SEDUCTOR KIERKEGAARD


El diccionario de la RAE, nos dice que seducir tiene en castellano, al menos tres acepciones:

1. Engañar con arte y maña; persuadir suavemente para algo malo.

2. Atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual.

3. Embargar o cautivar el ánimo.

Todas ellas tienen un matiz de engaño, pero también podríamos pensar que la seducción es inherente a muchos actos humanos, más allá del acto sexual. De hecho, en ocasiones el acto sexual es totalmente indiferente para el sujeto que seduce, y lo que realmente le interesa es el placer de la seducción. Es necesario seducir para el actor que quiere llevar la atención del público hacia sí, o para el maestro que quiere hacerse escuchar por sus alumnos. También es necesario como paso preliminar al acto sexual. En todos esos actos hay seducción. Una novela de Kierkegard: Diario de un seductor, nos trae un personaje cuyo único interés es seducir, hacer caer en sus redes a la presa, no para poseerla sexualmente, sino para que ella caiga irremisiblemente en las redes de su propia locura amorosa.

Un fragmento de diario de un seductor, de S. Kierkegaard:

“Parece que también en esta forma de proceder se condujo del modo absolutamente particular que le caracteriza, pues la naturaleza le había dotado de un espíritu demasiado selecto para que fuese uno de tantos seductores habituales. Con frecuencia aspiraba a algo completamente insólito; por ejemplo, a un saludo ya que el saludo era lo mejor que una dama tenía. Por medio de sus finísimas facultades intelectuales, sabía inducir a una muchacha a la tentación, ligarla a su persona incluso sin tomarla, sin desear siquiera poseerla; en el más estricto sentido de la palabra. Imagino perfectamente cómo sabía conducir a una muchacha hasta sentirse seguro de que ella iba a sacrificarlo todo por él. Y cuando lo había conseguido, cortaba de plano.”

Hay una posición patológica que se caracteriza por la seducción separada de su fin sexual habitual, la seducción no aparece aquí como preludio del coito, sino desligada de el y como un fin en sí misma. El único fin y el único placer es la seducción, pero luego e inmediatamente se produce el rechazo del objeto al cual se ha seducido. Esta seducción/rechazo es una consecuencia de una posición histérica. El/la afectado/a de histeria seduce porque su goce está en ser causa del deseo del otro, pero él/ella niega su deseo. Cuando sucede en mujeres, se suele asociar a vaginismo y/o frigidez. Esta posición puede ser transformada en psicoanálisis.



domingo, 4 de julio de 2010

EL MITO DE NARCISO Y ¿CÓMO ELEGIMOS PAREJA?


Cuadro: Eco y Narciso. John William Waterhouse.
Mito de narciso:

La versión que aportamos es de Ovidio, aunque hay otras. En la mitología griega, Narciso era un joven conocido por su gran belleza, tanto doncellas como muchachos se enamoraban de Narciso a causa de su hermosura, mas él rechazaba sus insinuaciones. Entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, que había sido condenada a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera. Eco fue, por tanto, incapaz de hablarle a Narciso de su amor, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus compañeros. Cuando él preguntó «¿Hay alguien aquí?», Eco contenta respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso le gritó: «¡Ven!». Después de responder: «Ven, ven», Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que solo quedó su voz. Para castigar a Narciso, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.

Hasta aquí el mito.

Si nos preguntamos ¿cómo elegimos pareja, nos sorprenderá escuchar que la elección de pareja es siempre narcisista y eso quiere decir que se elige al otro por algún rasgo suyo que nos recuerda a nosotros mismos: a lo que fuimos, a lo que somos, a lo que queremos llegar a ser, a la madre dadora: a quien me da o deja que le dé, o al padre protector, es decir, a quien me protege o deja que le proteja. En general se elige la propia imagen o bien una imagen de la madre o del padre. Se podría decir que nos amamos a nosotros mismos en el otro.
Es muy difícil amar realmente al otro en su verdadera dimensión. Traspasar los límites del amor narcisista o del amor familiar (a los padres). Tener un proyecto en común con el otro, un amor productivo.
Los hombres y las mujeres amamos de manera distinta. Es una cuestión estructural, ellos suelen elegir a quien se deja amar, según su propia imagen o según la imagen de la madre, ellas suelen elegir a quien las ama, según su propia imagen, la imagen de la madre o bien la imagen del padre. O bien todo lo contrario, que en el inconsciente es lo mismo (es decir, elegir un hombre totalmente opuesto al padre, es elegir también con respecto al padre).
La posición de objeto de la mujer con respecto al amor, donde para ella es más importante ser amada que amar, a veces la lleva a los extremos de que el primero que le dice un piropo, que la hace sentirse amada, con ese se casa, y después tiene un matrimonio desgraciado o este se deshace en seguida. Habría que puntualizar también que hay muchos hombres que aman según una forma que podríamos llamar femenina, y mujeres que aman según una forma masculina.