¿Qué será la sexualidad del siglo XXI? ¿Por qué es diferente la del siglo XXI?
Creemos que poseemos libertad sexual,
que somos hombres y mujeres de este siglo, pero la moral victoriana, donde se
pretendió que la represión de la sexualidad era necesaria para favorecer el
pensamiento y la intelectualidad, siguen anidando en el corazón del hombre y la
mujer ventiúnicos.
Freud nos enseña que sensualidad e
intelectualidad, no sólo están íntimamente relacionadas, sino que no son una
sin la otra. Si se reprime la sexualidad, se reprime el pensamiento.
Incluir un pensamiento científico
sobre lo sexual es fundamental para entender el siglo en que vivimos. ¿No será
la impotencia genital de algunos gobernantes la que los lleva a bombardear
países, a lanzar sus misiles erectos para sustituir su propia falta de
erección?
Sexualidad no es genitalidad, es
mucho más. De nuestra sexualidad dependen nuestras relaciones con nuestros
compañeros, con nuestros mayores y con
nuestros menores, de nuestra sexualidad depende nuestra manera de estar en el
mundo. Cuáles las palabras que podemos articular y cuáles no. Cuáles las
acciones que podemos realizar y cuáles aquellas en las que padecemos de
inhibiciones.
El descubrimiento del psicoanálisis
revolucionó el pensamiento sobre lo sexual en el humano. Un habitante del siglo
XXI no puede hacer oídos sordos a este nuevo concepto de sexualidad.
Vivimos una sexualidad reprimida,
acosada por la moral cristiana, intimidada por el miedo a las enfermedades
infecciosas como el SIDA. Confundimos la libertad sexual con la práctica
indiscriminada del acto sexual. Confundimos sexualidad con reproducción. Así,
el acto sexual queda reducido al encuentro de los órganos genitales. Cuando,
desde el psicoanálisis sabemos que todo el cuerpo es erógeno.
Pensar la genitalidad como el
encuentro de los órganos genitales, es como pensar sólo el tronco del árbol,
pero están las raíces, las ramas, las hojas, las flores, los frutos… están los
pechos, las nalgas, la boca, la escucha, la mirada, la voz, no sólo los
genitales.
Se puede vivir en el siglo XXI y
pensar cómo en siglos anteriores, ser un ciudadano de la Edad Media, de la
época de esplendor del Imperio Romano, o de época de las cavernas. Entonces,
sexualidad en el siglo XXI, sería una sexualidad que incluya el pensamiento más
moderno que hay sobre la sexualidad, que es el psicoanálisis.
¿Qué aporta Freud al concepto de
sexualidad?
Vamos a trabajar a lo largo de esta
exposición las aportaciones de Freud al conocimiento de la sexualidad humana.
La primera aportación que hace Freud
es estudiar las perversiones como variantes de la normalidad, humaniza la
perversión, que había quedado desde Aristóteles como una monstruosidad.
Descubre que la sexualidad humana es inicialmente polimorfa perversa. El primer
goce que conoce el infantil sujeto es el goce de la boca, la cálida corriente
de leche materna que excita la mucosa bucal, además de saciar su hambre, le
produce un placer, un goce. Decimos por eso que es el pecho materno el que hace
la boca.
La boca ya no será más exclusivamente
un órgano del aparato digestivo, que
sirve a la nutrición y por tanto al mantenimiento de la vida, sino también una
zona erógena, de la que el sujeto va a obtener placer, no sólo con el beso,
sino también con la ingesta de alimentos. Todos hemos oído la frase: “comer es
uno de los mayores placeres de la vida”. En esta etapa oral de la libido, el niño
explora y reconoce el mundo a través de la boca. Y a veces también lo destruye.
No sé si han visto a un niño llorar cuando el elemento de su investigación es
una galleta que introduce en su boca, y al romperse esta, solloza de pena por
haber destruido el objeto de su deseo. Como buen investigador, analiza todo
aquello que le rodea y su manera de hacerlo en esta fase es introducirlo en su
boca.
Viendo el rostro de un niño que acaba de
abandonar el pecho materno donde se ha saciado encontraremos grandes
similitudes con el de un adulto que acaba de entregarse al goce de un encuentro
sexual. Muchas de las obesidades, el tabaquismo, y el alcoholismo, tienen que
ver con este goce de la boca. ¿Se dan cuenta, entonces, que la sexualidad va
mucho más allá de la genitalidad?
Después llega el control de
esfínteres para nuestro pequeño protagonista. Y ahí, lo anal se transforma
también en fuente erógena, al igual que lo fue antes, y lo seguirá siendo
siempre, la boca. El niño obtiene un placer defecando o reteniendo. Y sus
pequeños desechos son un don de amor para sus padres: ¿No me hace caquita el
niño? le dice la mamá en su intento educarlo. Esos goces conocidos una vez, son
goces que no se abandonan. El humano no abandona jamás aquello que lo hizo
gozar.
Muchos estreñimientos y diarreas
crónicas de causa desconocida o también
llamados funcionales, el colon irritable, etc., tienen que ver con la no
renuncia a este goce de la parte distal de nuestro tubo digestivo, que no
cumple ya solo la función de excreción, sino también de dominio. Ya que el niño
ahora puede dar o no dar lo que se le pide, y en esa decisión propia se
autoafirma como sujeto diferente de los adultos.
Después de estas dos fases del desarrollo
sexual: la etapa oral; y la etapa a anal, o también llamada sádico anal, en
relación al ejercicio del dominio, llega una etapa que no tiene una concreta
correlación anatómica y que se llama etapa fálica.
El niño atribuye a todo lo que le
rodea un falo, una “cosita de hacer pipí” como la que tiene él. En el caso de
un niño de cinco años llamado Juanito y que Freud sometió al análisis por una
fobia, relata que al ir a ver una locomotora de vapor, como éstas tenían en la
parte inferior una válvula por la que desagotaban el agua, se agacha para ver
esa salida de agua y exclama ¡la locomotora también tiene una cosita de hacer
pipí! En esta etapa, todas las cosas
tienen falo, y mamá que es tan grande, debe de tener un falo enorme. El falo es
por tanto, el pene que la madre no tiene, una falsa atribución del niño, que
desconoce la existencia de los genitales femeninos, de la vagina.
Y luego tenemos la etapa genital, ahí
despierta la genitalidad.
Y la mirada y la voz, mirar y ser
mirado, goce de la pulsión escópica, y escuchar y ser escuchado, el mayor goce
para el humano.
Las primeras fases de la sexualidad
son autoeróticas, el niño se chupa su propio dedo, sólo más tarde aparece el
objeto exterior, y ese objeto que es inicialmente la madre, después debe ser
sustituido por otros objetos. Cuando el padre le advierte al niño: con tu madre
no, el niño tiene que renunciar a la
madre para después, más adelante, poder otras mujeres. Eso es el final del complejo de Edipo para el
niño.
Algo que sólo ocurre en el hombre, no
ocurre en los animales, es poder amar y desear algo que está más allá de su
propio cuerpo y del cuerpo de la madre, a eso lo llamamos sexualidad humana.
Entonces, Freud nos hace perder
varios prejuicios: que las perversiones están fuera de lo humano, no es cierto,
porque la sexualidad infantil es polimorfa perversa, goza de chupar, de morder,
de defecar, de tocar... y también acaba con el mito de que la infancia es
asexual, el niño tiene necesidades y pulsiones sexuales.
También acaba con el mito de que con
la menopausia en la mujer se acaba la sexualidad, eso es confundir la
sexualidad con la reproducción. La mujer, en la menopausia, al no temer al
embarazo, puede hacer el amor en libertad, un amor que se hace sólo para gozar,
ya no para cumplir los mandatos de la especie. Se goza más, en la menopausia no
hay una disminución de la libido como se cree erróneamente, hay un aumento de
la libido, que como a veces no se soporta, la moral de la mujer no lo soporta,
produce enfermedades.
La sexualidad femenina, sin
psicoanálisis, pasa a estar acosada por la enfermedad y por la muerte, cuando
es el comienzo de una nueva sexualidad desligada de la reproducción. Le
susurran al oído palabras amorosas y su vagina se lubrica como a los
diecisiete años. El deseo no envejece,
el alma no se arruga. Lo mejor que se puede hacer por la tercera edad es
enseñarles a hacer el amor con arrugas, con flaccidez, porque ahí, cuando uno
ama, no hay cuerpo. En realidad, no sé si sólo para la tercera edad, sería
bueno enseñarle a hacer el amor a todo el mundo, porque no sé si nuestros
jóvenes saben hacer el amor.
Y además, Freud nos señala que hay una doble
moral. La infidelidad femenina está más castigada socialmente que la masculina.
Si ella ha tenido muchos amantes, es una casquivana como mínimo. Si él ha
tenido o tiene muchas amantes, es un machote.
Pero de esta doble moral padece casi
toda la literatura sobre la sexualidad, páginas y páginas para decirle al
hombre cómo tiene que hacer para hacer gozar a una mujer, para que ella esté
contenta y no se vaya fuera de casa a buscar la satisfacción, pero nadie se
ocupa de decirle a la mujer cómo someter sexualmente a un hombre. No que ella
lo someta, el goce lo somete. Pero nadie le explica a ella cómo hacer
gozar a un hombre.
A un hombre, cuando una mujer lo
estimula analmente, goza, y además así va elaborando su homosexualidad. Y le
sale barato, no tiene que pasar por ese lugar tan rechazado por muchos de estar
con otro hombre. O cuando se enfada, le dejan que les chupe un poco los pechos,
a todos los hombres les gusta eso, todos recuerdan con nostalgia el pecho
materno dónde conocieron el goce oral, el goce de la boca. O le separan las
piernas y lo chupan como si fuera un sexo femenino. Miren qué fácil: ya puede
realizar su fantasía de ser una mujer durante unos minutos.
Pero para hacer todo esto, hay que
poder hablar de lo sexual, la sexualidad humana sin palabras, es una sexualidad
animal. Supongo que muchos se habrán
escandalizado, pero esto de lo que estamos hablando hoy es necesario que se
hable de ello.
Los síntomas de la histeria, tienen
que ver con la sexualidad reprimida, muchos de los grandes ataques histéricos,
remedan los movimientos de un coito. El neurótico obsesivo que se mete y se
saca el calcetín, compulsivamente veinte veces, acto sustitutivo de la
masturbación, o que limpia compulsivamente sus zapatos.
Miren, la sexualidad, si la reprimo,
hace síntoma. No aumenta la intelectualidad, si reprimo la genitalidad, se
buscan satisfacciones sustitutivas, el síntoma
no es otra cosa que una satisfacción sustitutiva.
Y además, desde la racionalidad es
imposible entender la sexualidad humana. Es necesario introducir el concepto de
lo inconsciente. Sino como entendemos la paradoja de que ella se ponga hostil
con él después de haber gozado. La locura moral lo llamamos en psicoanálisis.
Ella Goza, y como no lo puede soportar, al día siguiente, o se enfada con él, o
se tropieza, se cae y se hace un hematoma en las nalgas, como castigo por haber
gozado, o le sale un sarpullido por todo el cuerpo. No se tolera el Goce. Sólo
con psicoanálisis se arregla esto.
Entonces, si no quieren esa
sexualidad de la que hablábamos al principio, acosada por la moral, por las
enfermedades infecciosas, por prejuicios varios, lean a los poetas. Vivimos en
las palabras. Si puedo trescientas palabras, tengo esa sexualidad mediocre. El
castellano tiene 1.000.000 de palabras. Tenemos esa posibilidad.
Eyaculación precoz, en realidad es
eyaculación tardía, se excitó hace una semana con la novia de su mejor amigo y
cuando llego a hacer el amor con la novia, está tan excitado que no aguanta dos
minutos. Señores, hay que psicoanalizarse. No hay otra manera.
Impotencia: Eligió a una mujer que hacía la tortilla de patatas
como su mamá, se casó con su mamá, la ama con locura, un amor puro, que no
puede manchar con el sexo, no puede desearla, no puede ni tocarla ¿Qué hay que
hacer? Psicoanalizarse. Si uno quiere que las cosas sean de otra manera, si
quiere que las cosas sigan así, adelante.