El diccionario de la RAE, nos dice que seducir tiene en castellano, al menos tres acepciones:
1. Engañar con arte y maña; persuadir suavemente para algo malo.
2. Atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual.
3. Embargar o cautivar el ánimo.
Todas ellas tienen un matiz de engaño, pero también podríamos pensar que la seducción es inherente a muchos actos humanos, más allá del acto sexual. De hecho, en ocasiones el acto sexual es totalmente indiferente para el sujeto que seduce, y lo que realmente le interesa es el placer de la seducción. Es necesario seducir para el actor que quiere llevar la atención del público hacia sí, o para el maestro que quiere hacerse escuchar por sus alumnos. También es necesario como paso preliminar al acto sexual. En todos esos actos hay seducción. Una novela de Kierkegard: Diario de un seductor, nos trae un personaje cuyo único interés es seducir, hacer caer en sus redes a la presa, no para poseerla sexualmente, sino para que ella caiga irremisiblemente en las redes de su propia locura amorosa.
Un fragmento de diario de un seductor, de S. Kierkegaard:
“Parece que también en esta forma de proceder se condujo del modo absolutamente particular que le caracteriza, pues la naturaleza le había dotado de un espíritu demasiado selecto para que fuese uno de tantos seductores habituales. Con frecuencia aspiraba a algo completamente insólito; por ejemplo, a un saludo ya que el saludo era lo mejor que una dama tenía. Por medio de sus finísimas facultades intelectuales, sabía inducir a una muchacha a la tentación, ligarla a su persona incluso sin tomarla, sin desear siquiera poseerla; en el más estricto sentido de la palabra. Imagino perfectamente cómo sabía conducir a una muchacha hasta sentirse seguro de que ella iba a sacrificarlo todo por él. Y cuando lo había conseguido, cortaba de plano.”
Hay una posición patológica que se caracteriza por la seducción separada de su fin sexual habitual, la seducción no aparece aquí como preludio del coito, sino desligada de el y como un fin en sí misma. El único fin y el único placer es la seducción, pero luego e inmediatamente se produce el rechazo del objeto al cual se ha seducido. Esta seducción/rechazo es una consecuencia de una posición histérica. El/la afectado/a de histeria seduce porque su goce está en ser causa del deseo del otro, pero él/ella niega su deseo. Cuando sucede en mujeres, se suele asociar a vaginismo y/o frigidez. Esta posición puede ser transformada en psicoanálisis.