Nos acercamos al final del año, un año que se acaba ¿el amor también se pasa como el año? ¿tiene una fecha de caducidad? ¿se termina? No vamos a decir que el amor es eterno, nada lo es porque habita en nosotros, seres finitos, seres mortales. El amor se construye, es algo a producir. Hay quien contempla el amor como una alquimia, como una magia, como algo que sin tener que ver con uno, lo invade a uno. Otra manera aparentemente más moderna de decirlo es que es una cuestión de química. Ninguna de estas teorías se sostiene en el humano que somos, donde todo ha de pasar por la palabra.
Al principio el amor es la incorporación del otro, todo el mundo se pasa por la boca, y también lo amado. Así la dupla: me lo como o lo vomito domina toda relación amorosa, y el partenaire queda mareado por nuestra efusividad o nuestro rechazo. Después, el amor es el ejercicio de un poder sobre el otro, la veta sadomasoquista aparece en escena, y el partenaire es blanco de esa agresividad, donde el goce siempre es masoquista. El sádico también goza del dolor erógeno del masoquista. Más tarde el amor se civiliza, se pasa por el tamiz de la palabra. Se renuncia a los objetos incestuosos o al propio cuerpo, hacia los que se abrigó el primer amor, se accede al otro como diferente de uno. No se lo quiere privar de su singularidad para hacerlo un idéntico a mí, no se lo tortura, no se lo cela hasta el extremo enfermizo de abandonar la propia vida para vigilar cada movimiento del otro. Pero ¿Hay muchos humanos que lleguen a conocer el amor? Lo dudo. Amar es un trabajo que muchos no están dispuestos a realizar ¿Entonces, el amor se termina o es que no fue nunca un amor humano, mortal, con Goce, con deseo, en definitiva, con palabra?
Nadie nos ha enseñado a amar de una manera humana. Pero podemos poner al lado de las frases conocidas sobre el amor, otras frases, otras palabras.
Cuadro: Las oreadas. Bouguereau